¿Por qué sentimos la necesidad de invalidar la opinión o gustos de otros en redes sociales?
- Catherine Gargurevich
- 14 ago
- 3 Min. de lectura
Vivimos en la era de las redes sociales, donde cada "me gusta", cada comentario y cada historia compartida se convierte, de algún modo, en una declaración pública. Es un espacio donde todo el mundo tiene voz... pero también donde muchas veces esa voz viene acompañada de juicio, burla o necesidad de invalidar lo que otros piensan, sienten o disfrutan.
La pregunta es ¿por qué nos pasa esto? ¿Por qué sentimos esa necesidad (o impulso) de desacreditar los gustos ajenos, especialmente cuando no coinciden con los nuestros?

1. La trampa del algoritmo y la ilusión de superioridad
Las redes sociales están diseñadas para mostrarnos lo que nos gusta y reforzar nuestras creencias. El algoritmo aprende de nosotros y nos da más de lo mismo. El problema es que, cuando nos encontramos con algo diferente, lo percibimos casi como una "amenaza". Si alguien opina distinto, nos incomoda. Si alguien disfruta algo que nosotros despreciamos, sentimos que hay que "corregirlo".
Invalidar al otro se convierte en una forma de reafirmar nuestra identidad digital. “Si yo detesto ese tipo de música, ¿cómo alguien puede disfrutarla?”. Lo que está en juego, muchas veces, es el ego.
2. La cultura del comentario rápido (y poco empático)
Antes, cuando no nos gustaba algo, simplemente cambiábamos de canal o pasábamos de largo. Hoy, con solo unos segundos y un par de clics, podemos dejar un comentario hiriente, burlarnos o "corregir" públicamente al otro.
El anonimato o la distancia que ofrece una pantalla reduce nuestra empatía. Nos olvidamos que detrás de cada publicación hay una persona, no un personaje. Y que a veces la necesidad de tener la razón es más fuerte que la empatía.
3. La falsa idea de que todo debe ser debatido
No todas las opiniones necesitan un contraargumento. No todos los gustos necesitan ser validados por un comité de expertos. Y sin embargo, en redes, parece que todo está sujeto a juicio. Si alguien dice que le gusta una serie, un artista, una forma de vestir o una comida, automáticamente aparecen los comentarios: “eso es basura”, “qué mal gusto”, “no puedo creer que veas eso”.
¿Por qué no simplemente pasar de largo? Porque hemos normalizado la crítica constante. Creemos que todo lo que vemos está ahí para ser evaluado, corregido, rebatido.
4. La necesidad de pertenecer (aunque sea desde el rechazo)
A veces, invalidar a otros es una forma de conectar... con los que piensan igual. Cuando una opinión se vuelve “popular” (por ejemplo, odiar cierto anime, banda o influencer), sumarse al hate se vuelve parte del grupo. Nos hace sentir parte de una comunidad.
Pero lo que olvidamos es que pertenecer también se puede construir desde el respeto. Que es posible tener opiniones distintas sin menospreciar a nadie.
5. Una falta de educación emocional (digital y real)
No nos han enseñado a convivir con la diferencia. En el colegio no nos dijeron qué hacer cuando alguien opina distinto. En redes sociales tampoco hay un manual claro sobre cómo disentir sin destruir. Y el resultado es que usamos la crítica como herramienta para reafirmarnos, cuando podríamos usar la curiosidad para aprender algo nuevo.
Educar nuestras emociones también incluye aceptar que hay cosas que no nos tienen que gustar… y no por eso necesitan nuestra aprobación ni nuestra crítica destructiva.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Este no es un artículo para señalar con el dedo. Todos, en algún momento, hemos caído en la tentación de burlarnos o desacreditar gustos ajenos. La diferencia está en ser conscientes de ello y elegir otra forma de participar.
Aquí algunas ideas simples pero poderosas:
Si no te gusta, no comentes (o hazlo con respeto).
Recuerda que detrás de cada post hay una persona.
Aprende a disentir sin invalidar.
Suma desde lo que te gusta, no desde lo que criticas.
No necesitas tener la razón en todo.
Para cerrar…
Invalidar los gustos de otras personas no te hace más inteligente ni más interesante. Solo refleja una necesidad interna no resuelta. Una necesidad de superioridad, de aprobación, de pertenencia… o simplemente de tener la última palabra.
Las redes pueden ser un espacio de encuentro real, de descubrimiento, de diversidad. Pero para eso, tenemos que dejar de usarlas como trincheras y empezar a usarlas como puentes.




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