El peligro de la adicción a los dispositivos electrónicos y cómo gestionarla
- Catherine Gargurevich
- 28 jun
- 3 Min. de lectura
Vivimos en un mundo hiperconectado. Hoy, los dispositivos electrónicos —celulares, tablets, computadoras, consolas de videojuegos, smartwatches y más— forman parte de nuestra rutina diaria. Nos ayudan a trabajar, estudiar, entretenernos y mantenernos informados. Sin embargo, cuando su uso se vuelve excesivo o incontrolable, pueden convertirse en una trampa silenciosa: la adicción digital.
¿Qué es la adicción a los dispositivos electrónicos?
La adicción a los dispositivos electrónicos es una forma de dependencia que se caracteriza por el uso compulsivo y prolongado de aparatos como smartphones, computadoras o videojuegos, al punto de que interfiere con la vida personal, social, académica o laboral del individuo.
No es una adicción reconocida oficialmente como tal en todos los manuales médicos, pero numerosos estudios la relacionan con trastornos como ansiedad, depresión, trastornos del sueño, baja autoestima y deterioro en las habilidades sociales.

¿Cómo reconocer si alguien (o uno mismo) está desarrollando una adicción?
Algunos signos de alerta pueden incluir:
Sensación de ansiedad o irritabilidad al estar lejos del celular o sin conexión.
Revisar constantemente las notificaciones, incluso sin recibir ninguna.
Dificultad para concentrarse o realizar tareas sin interrupciones digitales.
Dormir menos por estar usando dispositivos en la noche.
Aislamiento social o preferencia por el mundo virtual sobre el real.
Uso del teléfono como escape frente a problemas o emociones difíciles.
¿Qué efectos puede tener?
Las consecuencias de una adicción a los dispositivos pueden ser profundas:
En la salud mental: aumento de la ansiedad, estrés, depresión y trastornos de atención.
En la salud física: dolores de cuello, espalda y muñeca, fatiga visual, insomnio, sedentarismo y problemas de postura.
En lo social y familiar: dificultades para mantener relaciones, distanciamiento afectivo y conflictos constantes.
En el rendimiento laboral o académico: pérdida de productividad, distracciones frecuentes y retrasos.
El impacto en niños y adolescentes
La niñez y la adolescencia son etapas especialmente sensibles. Un uso excesivo de pantallas en edades tempranas puede interferir con el desarrollo del lenguaje, la creatividad, la capacidad de concentración y el aprendizaje. Además, puede afectar su autoestima y exponerlos a riesgos como el ciberacoso o la sobreexposición en redes sociales.
¿Por qué es tan difícil desconectarse?
Los dispositivos están diseñados para captar nuestra atención. Las notificaciones, los likes, los algoritmos personalizados y la sensación de gratificación instantánea activan los mismos circuitos cerebrales que responden a otras adicciones. Es decir, no se trata solo de falta de voluntad, sino de un diseño pensado para mantenernos conectados… a toda costa.
¿Cómo podemos gestionar el uso de dispositivos?
Aquí algunas recomendaciones prácticas que pueden ayudarte a ti o a quienes te rodean a tener una relación más saludable con la tecnología:
Establece horarios claros
Define momentos del día sin pantallas: durante las comidas, antes de dormir, en reuniones o al despertar. Puedes usar recordatorios o alarmas para comenzar.
Desactiva notificaciones innecesarias
No todas las apps deben interrumpirte. Silencia aquellas que no son urgentes para reducir la ansiedad de "estar siempre disponible".
Crea zonas libres de tecnología
Evita llevar el celular al dormitorio o al baño. Puedes tener un espacio físico en casa donde esté prohibido el uso de dispositivos.
Utiliza herramientas de control
Muchos smartphones permiten medir el tiempo de uso de cada app. Algunas incluso ofrecen restricciones automáticas o bloqueos temporales.
Sustituye el hábito
Busca actividades que no dependan de pantallas: leer un libro, hacer ejercicio, pintar, salir a caminar, escuchar música o conversar cara a cara.
Practica el “detox digital”
Desconectarte un día a la semana (o al menos unas horas) puede ayudarte a reconectar contigo mismo y con tu entorno.
Promueve el ejemplo en casa
Si tienes hijos, el mejor modelo eres tú. Si ellos ven que tú estás pegado al celular todo el día, será difícil que entiendan los límites.
¿Cuándo pedir ayuda profesional?
Si a pesar de los esfuerzos, el uso de dispositivos continúa siendo excesivo o afecta seriamente la vida diaria, es recomendable consultar con un psicólogo o terapeuta especializado en adicciones conductuales. La intervención temprana puede marcar una gran diferencia.
En resumen
La tecnología es una gran aliada, pero también puede volverse una amenaza silenciosa si no aprendemos a gestionarla. Estar conectados no debería significar estar encadenados. Tomar conciencia del tiempo que pasamos frente a una pantalla, identificar las señales de alerta y establecer límites saludables son pasos clave para recuperar el equilibrio.
Desconectarse también es cuidarse. Y tú, ¿cuándo fue la última vez que apagaste el celular por unas horas sin culpa?
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